¡Crash!
El sonido del cristal asiéndose añicos retumbó por las paredes de la estancia haciendo un eco agudo y estridente el cual le erizó la piel.
-¡Rayos! -susurró, mientras su mente se estremecía al pensar en lo que le diría su padre si llegaba a en ese momento.
Había preparado la comida, limpiado la sala de estar, aspirado la alfombra y pulido las paredes del gran monitor que se abría sobre la pequeña mesa de la sala. Todo estaba listo, bueno, casi todo... Con excepción de esa estúpida lámpara que le pidió que arreglara.
La maldita bombilla había estallado esa misma mañana y su padre le había pedido que la remplazara, entre otras tareas, para la importante junta que se llevaría a cabo esa noche en su casa. Bajó de la silla en la que estaba parado y miró preocupado los pequeños pedazos de lo que antes era la última bombilla de plasma que quedaba en la casa. Volteó a ver el reloj digital que tenia forma de águila en vuelo, al verla, un haz de luz reflejado desde la lámpara del pasillo lo cegó por un instante, entrecerró los ojos y logro ver los blancos números sobre el recuadro negro que tenia en el centro.
El reloj marcaba las nueve treinta y cinco de la tarde, tenia exactamente veinticinco minutos para salir, comprar una bombilla nueva en la tienda "Raichi`s" a cinco calles de allí y volver para poner la mesa. descolgó la gabardina de cuero del perchero a un lado de él y salió a las oscuras calles de la ciudad.
Era una fría noche de noviembre, aunque eso no era de extrañarse, siempre era así; noches frías, días calientes todo desde que los agujeros del pacifico se habían hecho más grandes y la capa de ozono no pudo soportar mas los gases que liberábamos con nuestras fabricas y automóviles. Su paso se aceleró por un momento y diciéndose para sus adentros pensó: -¿Pero que digo? ¿Nosotros? ¿Por que me incluyo como parte del problema? después de todo eso pasó varios años atrás, incluso antes de que yo naciera, todo esto lo se solo gracias a que mi padre me ha instruido en nuestra historia y a los documentales que he visto acerca de ello. Todos esos documentales... tanto caos...
Su mente divago por el camino ante el recuerdo de esas imágenes, aquellas que le habían enseñado todo lo que el hombre había avanzado, lo que había logrado en la tecnología y la ciencia, como había llegado hasta lo que era ahora.
-Que gran avance. -dijo con un tono de sarcasmo y escupió antes de entrar a la tienda de electrónica "Raichi`s".
Se puso ante el mostrador y pidió una bombilla de plasma solar Nº 5.
-Creo que ya no tenemos muchas de esas, ya están obsoletas. -Le contesto un hombre de aspecto joven al otro lado del mostrador –pero echaré un vistazo a la bodega si quiere.
-Por favor.
Gabriel espero dándose la vuelta y echó un vistazo a su alrededor: en el lugar no había mas que aparatos electrónicos; estantes repletos con piezas metálicas de diferentes formas y tamaños las cuales estaban adornadas a su vez con una maraña de alambres conectados por aquí y por allá; su mirada reposo entonces en la enorme pantalla plana de cuatro dimensiones, era de la mejor calidad e incluso podía provocar los aromas de las cosas que en ella aparecían, era una preciosa obra de ingeniería.
Gabriel no contuvo su impulso por encenderla y presionó el botón rojo en su centro. La pantalla se iluminó rápidamente mostrando ante sus ojos un programa de discusiones entre dos personajes de edad avanzada, se recargó en el mostrador y escuchó.
Desde un principio supo de que se trataba, los dos personajes que en la pantalla aparecían comenzaron a hablar de uno de los asuntos mas polémicos en esos tiempos: el trato de los androides o como uno de ellos los llamaba: "los esclavos del futuro". La discusión hablaba de los pro y los contra de estas invenciones, así, mientras uno decía que eran herramientas de gran ayuda para el hombre, el otro le respondía de la incompetencia que estamos logrando con ello: en resumen, de cómo dejábamos que las maquinas tomaran el control de nuestras vidas.
-¡Pero no! ¿¡Que estas diciendo!?, ¿Que no ves que nosotros somos sus creadores? ¡Son el fruto de nuestra genialidad!- decía un hombre de aspecto robusto y espesa barba gris.
-Te repito amigo mío que estos seres cada vez se parecen mas a las personas reales, ¡lo único que les falta es que sientan o piensen por si mismos!- le respondía el mayor, cubierto de arrugas de la edad y acomodándose el sombrero caqui que cubría los pocos cabellos blancos que le quedaban.
La discusión tenía material para seguir por varias horas.
¡Tiempo!
Volteó entonces y su cuerpo se relajó cómodamente al observar al encargado de la tienda con la bombilla que le había pedido hace cinco minutos en sus manos, le pagó lo debido y salio de la tienda no sin antes agradecerle.
Dio vuelta a la derecha en la novena avenida, sus pasos resonaban contra la dura aleación de cemento y roca que eran las calles y baldosas de aquella ciudad. Intentó distraerse de los pensamientos que atacaban de nuevo su mente como molestos insectos revoloteando siempre en el mismo lugar. Levantó la cabeza hacia el oscuro cielo, escudriñándolo con sus curiosos ojos negros en busca de alguna estrella.
-Nada- dijo sin emoción alguna en el rostro -como siempre, nada.
La extraña sensación que sentía era solo opacada por el pequeño trozo de cielo nocturno que alcanzaba a ver, ninguna estrella lograba iluminarlo a través del duro techo de poliuretano que se alzaba a mas de quinientos metros a manera de cúpula sobre toda la ciudad. a su alrededor los enormes edificios repletos con departamentos se alzaban como las monstruosidades de acero que en realidad eran y la luz que de ellos se desprendía impedía aun mas la posibilidad de ver algún astro sobre el cielo.
-Tontos. que tan tontos hemos sido, que en nuestro afán de lograr llegar a las estrellas perdamos el preciado y libre privilegio de contemplarlas. Idiotas.
Algo rodó bajo su pie, de repente perdió el equilibrio, sintió como su cuerpo caía sin control alguno mas que el de aquella fuerza invisible que lo jalaba hacia abajo y lo hacia chocar contra el duro suelo de asfalto.
¡PAM!
Su cuerpo azotó fuertemente contra el pavimento de una manera tan rápida que ni siquiera pudo poner los brazos frente a el para protegerse, pero ocurría algo extraño, no sintió dolor alguno, solo la sensación de estar sobre una superficie lisa y fría fue lo que percibió por su tacto. permaneció tirado unos segundos más meditando sobre el extraño fenómeno mientras su mejilla izquierda absorbía poco a poco el frió del suelo. Se levanto lentamente con la ayuda de sus brazos y se sacudió del traje la poca mugre que había obtenido.
-Que suerte que traje la gabardina- se dijo -amortiguó el golpe de mi caída.
Se reviso con temor el bolsillo donde se había colocado la bombilla y comprobó aliviado que esta no se había roto. De ser así hubiera perdido mas tiempo regresando a comprar otra.
Volteó entonces para ver cual pudo haber sido la causa de su caída.
-A parte de caminar con la vista en alto, idiota -pensó.
Pero al ver aquello su sentimiento de furia cambio drásticamente por una pequeña sonrisa. Un juguete. Una muñeca de ya apagados colores e innumerables raspones había sido la causa de su caída. Antes de poder observar mejor el objeto una puerta del edificio a su derecha se abrió, un pequeño rostro cubierto por algunos mechones rubios asomó por la abertura entre la pared y la puerta, sus pequeños y tiernos ojos azules observaron a la muñeca abandonada en el suelo y rápidamente se posaron sobre él.
-Perdón. -se disculpó con una voz tímida.
-Mami me dijo que entrara y olvidé que había dejado a Lucía fuera de la casa, ya iba a recojerla.
Corrió hacia la pequeña muñeca que yacía maltratada en el suelo, la tomó entre sus pequeñas y blancas manos acariciándole el cabello, le echó una ultima mirada junto con otra disculpa al caballero que se erguía frente a ella y que supuso había sido el autor del ruido que había escuchado antes, se volteó, y corrió de nuevo a su casa desapareciendo por la puerta.
El se dio media vuelta sin decir nada y mientras caminaba solo escucho gritar a la niña desde su casa:
-¡Mala mala mala! ¡mala Lucía! ¡Te he dicho que no hables con extraños! ¿Y que hacías a estas horas de la noche fuera de casa? ¿Que voy a hacer contigo? mala mala mala...
La voz de la pequeña se fue apagando mientras se alejaba de la casa y no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. Se alegró de que incluso en aquellos tiempos, aun existiera la voz de un niño a la cual escuchar.
Niños...
Continuó pensando... -si al menos las cosas no se hubieran salido tanto de control, si se hubiese actuado antes. No tendríamos que incubarnos a nosotros mismos en esas asquerosas maquinas a manera de capullo, aunque nos suministren el alimento y las proteínas que necesitamos, aunque se asemejen tanto a un útero materno, aunque esa haya sido la manera en la que la mayoría de las personas nacemos y a sobrevivido nuestra especie. Sigue siendo una manera antinatural de nacer, es decir, ¡mírenos! ¡Haciéndonos pasar por Dios al crear vida, cuando nosotros mismos la destruimos hace varias décadas ya!
Dios... ¡¿que es ahora Dios frente a todas esas babosadas de nuevas religiones que han surgido?! ¡¿A todas esas idioteces de nuevas salvaciones?! ¡¿Que el fin esta cerca (sin contar la proximidad de una nueva guerra claro esta), o de que si te unes a nosotros, a esto y aquello no iras al infierno?! ¡Pero si ya estamos en el infierno, no lo ven!
-Uhh... -suspiró por un momento y acarició la bombilla que permanecía dentro de su bolsa como si fuese la única luz de esperanza que necesitara en ese momento.
-No pienses mas en eso ya llegaste.
Dio una vuelta cerrada sobre si mismo al momento en que observaba como un auto de amplias dimensiones y de color negro azabache doblaba a lo lejos, a dos calles de allí.
-¡Mi padre!
Rebuscó en sus pantalones la tarjeta de acceso y la pasó rápidamente por el lector a un lado de la puerta. El pequeño foco que antes permanecía en rojo fue sustituido por un verde claro y la puerta se abrió. Entró rápidamente a la estancia cerrando la puerta tras de si, y sin siquiera dejar la gabardina en su lugar, corrió hacia la sala, colocó la silla debajo de la lámpara, se subió a ella mientras rebuscaba en su bolsillo, quitó la bombilla que ya no servía y enroscó rápidamente la nueva en el mismo instante en el que escuchaba como se abrían las puertas del coche; el coche encargado de transportar a las importantes personas frente a su casa. Bajó de un salto de la silla, lanzó la gabardina con precisión exacta hacia el perchero, donde ésta permaneció colgada y fue a abrirle la puerta a sus invitados.
Su padre lo había felicitado. no había olvidado ninguno de los encargos que le había dejado y le dio un par de palmadas en la espalda como si hiciera alarde de él frente al trío de invitados que estaban frente a ellos. Todos vestían trajes limpios y elegantes, y sus rostros mostraban una mirada de curiosidad al verlos allí, de pie, mientras ellos degustaban la comida que había preparado momentos antes de salir de la casa.
El que se encontraba al centro del grupo tomo la servilleta de la mesa, se limpio los labios con ella, y dirigiéndose hacia su progenitor dijo:
-Bien, ¿que nos tienes preparado para hoy?
-Si, estamos ansiosos por ver los avances que has echo desde la ultima vez que te visitamos. -dijo el hombre sentado a la derecha.
-Sabemos que nunca nos has decepcionado antes, así que muéstranos ya. -contribuyó el hombre de la izquierda mientras se recargaba aun mas en el sofá.
¿Avances?¿La ultima vez?¿Decepcionado? Esas palabras revolotearon por instantes en la mente de Gabriel intentando descifrarlas; aunque no recordaba la ultima vez que habían tenido visitas de aquellas personas, no se imaginaba el tipo de avance que les mostraría su padre en ese momento.
-Ojala que sea algo bueno -pensó -ojala que sea algo que nos ayude al fin a vivir en paz y que no sea un fiasco como todo aquello en lo que había pensado en el camino. Como todos aquellos inventos "ayuda a la humanidad", ojala que fuese algo realmente bueno. Después de todo, su padre era uno de los científicos mas prestigiados de la nación. Tal vez sea un nuevo juguete, -pensó con repentino impulso infantil - tal vez yo sea el primero en probarlo y fuese una sorpresa por todo mi esfuerzo, tal vez pudiese enseñárselo a la pequeña que vi hace poco.
Antes de continuar con esos bellos pensamientos sintió la mano cálida de su padre sobre su cuello. Su progenitor, su maestro, su protector, aquel que siempre lo había cuidado y protegido, ahora le lanzaba una mirada sin emoción alguna con sus ya veteranos ojos grisáceos.
-Lo siento.
Sintió un pequeño dolor en su nuca el cual le hizo estremecer todo su cuerpo, la luz de la habitación pareció abandonarlo en la gran oscuridad que lo envolvía y se lo tragaba. Ya no sentía dolor, no pensaba en nada, no sentía sufrimiento... y desde un principio, jamás debió haberlo sentido.
Su cuerpo inerte permaneció frente a los asombrados invitados los cuales no dejaron de bañar al anciano con innumerables preguntas.
Después de todo, solo era una maquina.
Era la sorpresa.
Y por desgracia no sería la única.
Glez. Erick
El sonido del cristal asiéndose añicos retumbó por las paredes de la estancia haciendo un eco agudo y estridente el cual le erizó la piel.
-¡Rayos! -susurró, mientras su mente se estremecía al pensar en lo que le diría su padre si llegaba a en ese momento.
Había preparado la comida, limpiado la sala de estar, aspirado la alfombra y pulido las paredes del gran monitor que se abría sobre la pequeña mesa de la sala. Todo estaba listo, bueno, casi todo... Con excepción de esa estúpida lámpara que le pidió que arreglara.
La maldita bombilla había estallado esa misma mañana y su padre le había pedido que la remplazara, entre otras tareas, para la importante junta que se llevaría a cabo esa noche en su casa. Bajó de la silla en la que estaba parado y miró preocupado los pequeños pedazos de lo que antes era la última bombilla de plasma que quedaba en la casa. Volteó a ver el reloj digital que tenia forma de águila en vuelo, al verla, un haz de luz reflejado desde la lámpara del pasillo lo cegó por un instante, entrecerró los ojos y logro ver los blancos números sobre el recuadro negro que tenia en el centro.
El reloj marcaba las nueve treinta y cinco de la tarde, tenia exactamente veinticinco minutos para salir, comprar una bombilla nueva en la tienda "Raichi`s" a cinco calles de allí y volver para poner la mesa. descolgó la gabardina de cuero del perchero a un lado de él y salió a las oscuras calles de la ciudad.
Era una fría noche de noviembre, aunque eso no era de extrañarse, siempre era así; noches frías, días calientes todo desde que los agujeros del pacifico se habían hecho más grandes y la capa de ozono no pudo soportar mas los gases que liberábamos con nuestras fabricas y automóviles. Su paso se aceleró por un momento y diciéndose para sus adentros pensó: -¿Pero que digo? ¿Nosotros? ¿Por que me incluyo como parte del problema? después de todo eso pasó varios años atrás, incluso antes de que yo naciera, todo esto lo se solo gracias a que mi padre me ha instruido en nuestra historia y a los documentales que he visto acerca de ello. Todos esos documentales... tanto caos...
Su mente divago por el camino ante el recuerdo de esas imágenes, aquellas que le habían enseñado todo lo que el hombre había avanzado, lo que había logrado en la tecnología y la ciencia, como había llegado hasta lo que era ahora.
-Que gran avance. -dijo con un tono de sarcasmo y escupió antes de entrar a la tienda de electrónica "Raichi`s".
Se puso ante el mostrador y pidió una bombilla de plasma solar Nº 5.
-Creo que ya no tenemos muchas de esas, ya están obsoletas. -Le contesto un hombre de aspecto joven al otro lado del mostrador –pero echaré un vistazo a la bodega si quiere.
-Por favor.
Gabriel espero dándose la vuelta y echó un vistazo a su alrededor: en el lugar no había mas que aparatos electrónicos; estantes repletos con piezas metálicas de diferentes formas y tamaños las cuales estaban adornadas a su vez con una maraña de alambres conectados por aquí y por allá; su mirada reposo entonces en la enorme pantalla plana de cuatro dimensiones, era de la mejor calidad e incluso podía provocar los aromas de las cosas que en ella aparecían, era una preciosa obra de ingeniería.
Gabriel no contuvo su impulso por encenderla y presionó el botón rojo en su centro. La pantalla se iluminó rápidamente mostrando ante sus ojos un programa de discusiones entre dos personajes de edad avanzada, se recargó en el mostrador y escuchó.
Desde un principio supo de que se trataba, los dos personajes que en la pantalla aparecían comenzaron a hablar de uno de los asuntos mas polémicos en esos tiempos: el trato de los androides o como uno de ellos los llamaba: "los esclavos del futuro". La discusión hablaba de los pro y los contra de estas invenciones, así, mientras uno decía que eran herramientas de gran ayuda para el hombre, el otro le respondía de la incompetencia que estamos logrando con ello: en resumen, de cómo dejábamos que las maquinas tomaran el control de nuestras vidas.
-¡Pero no! ¿¡Que estas diciendo!?, ¿Que no ves que nosotros somos sus creadores? ¡Son el fruto de nuestra genialidad!- decía un hombre de aspecto robusto y espesa barba gris.
-Te repito amigo mío que estos seres cada vez se parecen mas a las personas reales, ¡lo único que les falta es que sientan o piensen por si mismos!- le respondía el mayor, cubierto de arrugas de la edad y acomodándose el sombrero caqui que cubría los pocos cabellos blancos que le quedaban.
La discusión tenía material para seguir por varias horas.
¡Tiempo!
Volteó entonces y su cuerpo se relajó cómodamente al observar al encargado de la tienda con la bombilla que le había pedido hace cinco minutos en sus manos, le pagó lo debido y salio de la tienda no sin antes agradecerle.
Dio vuelta a la derecha en la novena avenida, sus pasos resonaban contra la dura aleación de cemento y roca que eran las calles y baldosas de aquella ciudad. Intentó distraerse de los pensamientos que atacaban de nuevo su mente como molestos insectos revoloteando siempre en el mismo lugar. Levantó la cabeza hacia el oscuro cielo, escudriñándolo con sus curiosos ojos negros en busca de alguna estrella.
-Nada- dijo sin emoción alguna en el rostro -como siempre, nada.
La extraña sensación que sentía era solo opacada por el pequeño trozo de cielo nocturno que alcanzaba a ver, ninguna estrella lograba iluminarlo a través del duro techo de poliuretano que se alzaba a mas de quinientos metros a manera de cúpula sobre toda la ciudad. a su alrededor los enormes edificios repletos con departamentos se alzaban como las monstruosidades de acero que en realidad eran y la luz que de ellos se desprendía impedía aun mas la posibilidad de ver algún astro sobre el cielo.
-Tontos. que tan tontos hemos sido, que en nuestro afán de lograr llegar a las estrellas perdamos el preciado y libre privilegio de contemplarlas. Idiotas.
Algo rodó bajo su pie, de repente perdió el equilibrio, sintió como su cuerpo caía sin control alguno mas que el de aquella fuerza invisible que lo jalaba hacia abajo y lo hacia chocar contra el duro suelo de asfalto.
¡PAM!
Su cuerpo azotó fuertemente contra el pavimento de una manera tan rápida que ni siquiera pudo poner los brazos frente a el para protegerse, pero ocurría algo extraño, no sintió dolor alguno, solo la sensación de estar sobre una superficie lisa y fría fue lo que percibió por su tacto. permaneció tirado unos segundos más meditando sobre el extraño fenómeno mientras su mejilla izquierda absorbía poco a poco el frió del suelo. Se levanto lentamente con la ayuda de sus brazos y se sacudió del traje la poca mugre que había obtenido.
-Que suerte que traje la gabardina- se dijo -amortiguó el golpe de mi caída.
Se reviso con temor el bolsillo donde se había colocado la bombilla y comprobó aliviado que esta no se había roto. De ser así hubiera perdido mas tiempo regresando a comprar otra.
Volteó entonces para ver cual pudo haber sido la causa de su caída.
-A parte de caminar con la vista en alto, idiota -pensó.
Pero al ver aquello su sentimiento de furia cambio drásticamente por una pequeña sonrisa. Un juguete. Una muñeca de ya apagados colores e innumerables raspones había sido la causa de su caída. Antes de poder observar mejor el objeto una puerta del edificio a su derecha se abrió, un pequeño rostro cubierto por algunos mechones rubios asomó por la abertura entre la pared y la puerta, sus pequeños y tiernos ojos azules observaron a la muñeca abandonada en el suelo y rápidamente se posaron sobre él.
-Perdón. -se disculpó con una voz tímida.
-Mami me dijo que entrara y olvidé que había dejado a Lucía fuera de la casa, ya iba a recojerla.
Corrió hacia la pequeña muñeca que yacía maltratada en el suelo, la tomó entre sus pequeñas y blancas manos acariciándole el cabello, le echó una ultima mirada junto con otra disculpa al caballero que se erguía frente a ella y que supuso había sido el autor del ruido que había escuchado antes, se volteó, y corrió de nuevo a su casa desapareciendo por la puerta.
El se dio media vuelta sin decir nada y mientras caminaba solo escucho gritar a la niña desde su casa:
-¡Mala mala mala! ¡mala Lucía! ¡Te he dicho que no hables con extraños! ¿Y que hacías a estas horas de la noche fuera de casa? ¿Que voy a hacer contigo? mala mala mala...
La voz de la pequeña se fue apagando mientras se alejaba de la casa y no pudo evitar soltar una pequeña carcajada. Se alegró de que incluso en aquellos tiempos, aun existiera la voz de un niño a la cual escuchar.
Niños...
Continuó pensando... -si al menos las cosas no se hubieran salido tanto de control, si se hubiese actuado antes. No tendríamos que incubarnos a nosotros mismos en esas asquerosas maquinas a manera de capullo, aunque nos suministren el alimento y las proteínas que necesitamos, aunque se asemejen tanto a un útero materno, aunque esa haya sido la manera en la que la mayoría de las personas nacemos y a sobrevivido nuestra especie. Sigue siendo una manera antinatural de nacer, es decir, ¡mírenos! ¡Haciéndonos pasar por Dios al crear vida, cuando nosotros mismos la destruimos hace varias décadas ya!
Dios... ¡¿que es ahora Dios frente a todas esas babosadas de nuevas religiones que han surgido?! ¡¿A todas esas idioteces de nuevas salvaciones?! ¡¿Que el fin esta cerca (sin contar la proximidad de una nueva guerra claro esta), o de que si te unes a nosotros, a esto y aquello no iras al infierno?! ¡Pero si ya estamos en el infierno, no lo ven!
-Uhh... -suspiró por un momento y acarició la bombilla que permanecía dentro de su bolsa como si fuese la única luz de esperanza que necesitara en ese momento.
-No pienses mas en eso ya llegaste.
Dio una vuelta cerrada sobre si mismo al momento en que observaba como un auto de amplias dimensiones y de color negro azabache doblaba a lo lejos, a dos calles de allí.
-¡Mi padre!
Rebuscó en sus pantalones la tarjeta de acceso y la pasó rápidamente por el lector a un lado de la puerta. El pequeño foco que antes permanecía en rojo fue sustituido por un verde claro y la puerta se abrió. Entró rápidamente a la estancia cerrando la puerta tras de si, y sin siquiera dejar la gabardina en su lugar, corrió hacia la sala, colocó la silla debajo de la lámpara, se subió a ella mientras rebuscaba en su bolsillo, quitó la bombilla que ya no servía y enroscó rápidamente la nueva en el mismo instante en el que escuchaba como se abrían las puertas del coche; el coche encargado de transportar a las importantes personas frente a su casa. Bajó de un salto de la silla, lanzó la gabardina con precisión exacta hacia el perchero, donde ésta permaneció colgada y fue a abrirle la puerta a sus invitados.
Su padre lo había felicitado. no había olvidado ninguno de los encargos que le había dejado y le dio un par de palmadas en la espalda como si hiciera alarde de él frente al trío de invitados que estaban frente a ellos. Todos vestían trajes limpios y elegantes, y sus rostros mostraban una mirada de curiosidad al verlos allí, de pie, mientras ellos degustaban la comida que había preparado momentos antes de salir de la casa.
El que se encontraba al centro del grupo tomo la servilleta de la mesa, se limpio los labios con ella, y dirigiéndose hacia su progenitor dijo:
-Bien, ¿que nos tienes preparado para hoy?
-Si, estamos ansiosos por ver los avances que has echo desde la ultima vez que te visitamos. -dijo el hombre sentado a la derecha.
-Sabemos que nunca nos has decepcionado antes, así que muéstranos ya. -contribuyó el hombre de la izquierda mientras se recargaba aun mas en el sofá.
¿Avances?¿La ultima vez?¿Decepcionado? Esas palabras revolotearon por instantes en la mente de Gabriel intentando descifrarlas; aunque no recordaba la ultima vez que habían tenido visitas de aquellas personas, no se imaginaba el tipo de avance que les mostraría su padre en ese momento.
-Ojala que sea algo bueno -pensó -ojala que sea algo que nos ayude al fin a vivir en paz y que no sea un fiasco como todo aquello en lo que había pensado en el camino. Como todos aquellos inventos "ayuda a la humanidad", ojala que fuese algo realmente bueno. Después de todo, su padre era uno de los científicos mas prestigiados de la nación. Tal vez sea un nuevo juguete, -pensó con repentino impulso infantil - tal vez yo sea el primero en probarlo y fuese una sorpresa por todo mi esfuerzo, tal vez pudiese enseñárselo a la pequeña que vi hace poco.
Antes de continuar con esos bellos pensamientos sintió la mano cálida de su padre sobre su cuello. Su progenitor, su maestro, su protector, aquel que siempre lo había cuidado y protegido, ahora le lanzaba una mirada sin emoción alguna con sus ya veteranos ojos grisáceos.
-Lo siento.
Sintió un pequeño dolor en su nuca el cual le hizo estremecer todo su cuerpo, la luz de la habitación pareció abandonarlo en la gran oscuridad que lo envolvía y se lo tragaba. Ya no sentía dolor, no pensaba en nada, no sentía sufrimiento... y desde un principio, jamás debió haberlo sentido.
Su cuerpo inerte permaneció frente a los asombrados invitados los cuales no dejaron de bañar al anciano con innumerables preguntas.
Después de todo, solo era una maquina.
Era la sorpresa.
Y por desgracia no sería la única.
Glez. Erick
hha! esta geneal!! Alberto te felicito eres muy buen escritor!! te quiero!!... (L) (mmua)
ResponderEliminarwow! una pequeña maquina!!! que perturvante... es emosionante y divertido ... que hermoso escrito... Gracias por compartir tus textos literarios con nosotros Alberto! x*
ResponderEliminareres un super escritor bebe me encanta la manera en que lo haces y me da gusto ser una de las primeras personas que tuvo el privilegio de leer tan maravilloso texto por cierto yo me quede con el original!!!te acuerdas yo pienso que see bebe te extraño y te adoro y te amo!!!
ResponderEliminaruffa, me acuerdo cuando me lo enseñaste, es uno de mis textos favoritos men. espero que hagas mas ahora en el 2011 xD. yo intentaré retomar eso que he abandonado momentaneamente, saludos y mucho cuidado mi compa.
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