lunes, 27 de abril de 2009

Bendito Infierno

Parecía que el demonio en persona había salido a dar un paseo por las calles de la ciudad. Era verano, y nadie escapaba a los estragos de aquel calor devastador que había ido en aumento desde la salida del maldito astro.
La gente iba a refugiarse a las albercas publicas solo para descubrir que el agua, apestosa por la mezcla de orines y el sudor de la multitud que había pensado lo mismo, estaba casi tan caliente como el pavimento sobre el que sus pies desnudos bailaban para no fundirse. Los vagabundos se amontonaban bajo la sombra de los arboles en la plaza central, rogando por una pequeña brisa, un generoso viento que refrescara sus rostros quemados por el despiadado sol; mismo que, amenazante como una bestia salvaje, intentaba rasgar la copa de los arboles con sus garras de luz. La mayoría de las familias que buscaban en la televisión o la radio una distracción salvadora, terminaban dándole mayor prioridad al ventilador que a duras penas (como siendo también víctima del penoso clima), se tambaleaba de un lado al otro de la habitación. Ante cada piadoso soplo, tanto hijos como padres deseaban por un momento no tener pariente alguno para no compartir el aire seco que arrojaba el viejo aparato. Las tiendas y franquicias eran un caos en crecendo, como un mar tempestuoso creadopor la gente que llegaba a oleadas, más en busca del refugio que les brindaba el aire acondicionado, que de los productos que la gran mayoría apenas y se dignaban a observar.

En aquel día, uno de los más calientes que hubiese existido en aquella ciudad rodeada por el desierto, una pareja de jóvenes había escapado de sus respectivos hogares, y llevados solamente por el desenfrenado amor que sentían habían reunido el suficiente dinero como para rentar una modesta casita en las orillas de la ciudad.

Era una colonia vieja pero pocas familias vivían en ella. La mayoría de los edificios permanecían abandonados, esperando como antaño que una mano infanta rayara sus paredes con un colorido crayón, o que el sentimiento hogareño de una madre plantara algo en el árido suelo que ahora eran sus patios.
La pareja había llegado por las horas de la mañana y sin embargo el calor ya era insoportable. Cada uno cargaba con una maleta que contenía algunos cambios de ropa y artículos esenciales para comenzar una nueva vida, además de una única colcha que les serviría de cama por el momento. El equipaje de ella lo cargaba él ya que (por desconocidas razones para la humanidad) las mujeres tienden a llenar el doble o hasta el triple de lo que un hombre necesita (algunas incluso más) y por lo tanto él cargaba el equipaje pesado mientras que ella caminó cómodamente con una abultada pero ligera mochila azul todo el viaje hasta allí.

Cruzaron el sencillo cerco de un metro de altura que se caía a pedazos y que no servía para nada más que indicar el limite entre el patio y la acera, y se refugiaron penosamente bajo el techo en "v" que cubría la entrada a la puerta principal. El joven urgó en su bolsillo, sacó las llaves que apenas ayer le habían entregado y abrió la puerta.
Una pequeña sala, la diminuta cocina a su izquierda y un pasillo al frente que llevaba a la única recámara fué lo que la luz alcanzó a iluminar. Nada más, ni un mueble, ni una fotografía, ningún indicio de que se hubiera vivido allí antes.
Un viento húmedo y fresco, como el que despide la tierra mojada después de un día de lluvia, pasó ligeramente por sus narices como si fuese el ultimo rezago de vida que quedara en aquel abandonado lugar (las paredes viejas y el piso de cemento suelen refugiar ese aroma y dejarlo vivir como el perfume particular de varios edificios); la curiosa corriente dio un par de vueltas flotando inocentemente, y como una polilla aturdida por el faro, arremetió directamente contra la primera luz que había penetrado en años en aquel aposento. Tan solo pasó la puerta, el brutal viento del verano le dio muerte de una manera tan fulminante que la pareja olvidó de inmediato la existencia de aquel bello aroma. Solo el polvo y los cadáveres de los insectos en las sombrías esquinas quedaron para darles una silenciosa bienvenida.
La casa estaba completamente vacía y aunque las ventanas selladas con aluminio la hacían un perfecto refugio contra la endemoniada luz de la cual habían estado huyendo, comenzaba a sentirse cómo el calor traspasaba las duras paredes y estas comenzaban a emanarlo como si tuviesen poros.

-Me daré un baño - dijo ella mientras dejaba la mochila en el suelo.
-Está bien, yo acomodaré el equipaje y abriré las ventanas para que entre el viento -contestó mientras se acomodaba la maleta y la colcha sobre el hombro, sudaba a montones y rogaba que lo que había dicho sirviera mas como un hechizo para convocar un poco de fresco a la casa que como el remedo de esperanza que sabía que era.

La muchacha entró al baño y abrió la regadera, se escuchó el silbar del aire que soplaba por esa tubería que no había sido usada en tanto tiempo y momentos después un ligero pero creciente chorro de agua comenzó a salir. Por suerte había un espejo incrustado a la pared sobre el lavamanos, abrió la llave y dejó que el agua caliente saliera y lavara la polvorienta superficie, contó unos segundos y el agua fresca comenzó a fluir. Juntó las manos formando un pequeño tazón y comenzó a lanzar liquido hacia el sucio cristal frente a ella. El agua fue arrastrando el polvo y dejó ver su imagen reflejada, cuando momentos después lo secó con un trapo se dio cuenta de que no eran gotas de agua, sino su propio sudor el que corría por su rostro de cristal. A lo largo del viaje había evitado pensar en el calor para así resistirlo de la mejor manera: ignorándolo, pero ahora viéndose así, fue como si su cuerpo le pidiera a gritos "¡Métete a la ducha! ¡Agua por favor!".
Se quitó la húmeda ropa que ya empezaba a despedir un olor desagradable "y eso que me puse mucho desodorante hoy" pensó -y se metió bajo la regadera.

Mientras tanto él se dio a la tarea de abrir ventanas y buscar algo con que limpiar la recámara: lo único que quería en ese momento era tirarse un rato y descansar la espalda, pero el piso estaba demasiado polvoriento para poner nada sobre él. Encontró una vieja y astillada escoba y sacó la mayoría del polvo, suficiente para poner la colcha en el centro de la habitación.
Se sentó y sintió como la tensión desaparecía de su cuerpo poco a poco. Lo único que había en la habitación era la cortina de tela que no dejaba pasar los rayos del sol más que como una neblinosa luz que rayaba entre el rojo y el anaranjado.
se quedó contemplando la extraña aurora que se formaba con esos colores mientras la habitación se calentaba poco a poco. El sol estaba cada vez mas alto y no necesitaba verlo para saber que estaba allí, su piel, su cabeza y la presión que ejercía el calor sobre sus ojos como una fuerza invisible se lo decían a cada minuto. Lo único que le quedaba era distraerse para que su mente no cayera también en esa infernal sensación.

- ¿Ya terminaste con las maletas? ¡Ven! No alcanzo a tallarme la espalda ¿Me ayudas?

La incitante invitación lo salvó del sopor que se lo había ido tragando lentamente, como lo haría un "spa" de arenas movedizas, y lo hizo levantarse. Él también necesitaba un baño, aunque con una imaginación como la suya ese pretexto era en lo ultimo que podía pensar. Se desnudó frente al lavamanos dejando su ropa junto a la de ella en el suelo, y observó la hermosa silueta de la joven a través de la puerta de plástico, como si con su mirada pudiese recortarla por el contorno. Sonrió. Le encantaba esa silueta, recordó que la primera vez que la vio fue a contra luz como en aquel momento, en su mente volvió a aparecer su sombra frente al sol y después, cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, pudo verla bien y ella ya tenia enlazada su mirada con la de él.

Entró. Ambos se quedaron viendo el uno al otro, primero a los ojos, eso era por instinto para ver que el otro le observaba también, luego, sus miradas bajaron y contemplaron el cuerpo desnudo. Por un momento, no pudieron evitar sonreír y sonrojarse, por más que se conociesen de aquella manera el verse entre ellos en la intimidad no había pasado a ser algo común y corriente, y eso les gustaba.

Comenzaron a tallarse suavemente con las manos, limpiando de la piel del otro las impurezas que habían adquirido en el viaje hasta allí. Se sentían frescos, descansados, como si el agua que caía ahora sobre ellos los arrullase llevándolos por un camino que ambos conocían y deseaban. La suciedad caía con cada pequeña oleada que fluía por su piel espumosa por el jabón, y el cuerpo masajeado se estremecía ante la sensación de calidez y controlada ansiedad.
Los cuerpos comenzaron a unirse, lentamente, el jabón solo era un lazo más para que ambos sintieran mejor la figura y textura del otro; primero el rostro, luego el pecho, poco a poco sus manos buscaban, delicadamente, lugares mas intimos.
El primer beso no se hizo esperar y atrajo sus cuerpos en un dulce abrazo. El agua se deslizaba desde sus cabezas, acariciándoles el rostro y colándose en la comisura de los labios como lo aría el fluir de una cascada entre las erosionadas rocas. Sedientos, comenzaron a beber el uno del otro en sabrosos intentos por devorarse. Él bebía del manantial de sus pechos y sorbía placenteramente de la fina fuente que bajaba por su cuello con dulces besos. Ella, subía sus tersos muslos a su cintura y jalaba tiernamente sus cabellos. Ya no se abrazaban solo con las manos, el cuerpo entero jugaba un papel importante: piernas y pies se habían unido al creciente juego de caricias que se intensificaba segundo a segundo, agregando mayor deseo y placer.
Pronto el agua no los refrescaba ya más. El calor que exhalaban sus cuerpos carcomía el agua que sobre ellos se deslizaba, las pequeñas gotas que apenas y podían llegar al suelo se evaporaban y ascendían para unirse a la tibia neblina que se había formado a su alrededor.
No podían resistir más. Sus cuerpos clamaban por un lugar con mas espacio, un lugar donde poseer al otro con mayor libertad, un lugar donde exprimirse, donde acabar y explotar para después terminar en inerte reposo.
A tropiezos y resbalones llegaron a la recámara (fue un verdadero milagro que no cayeran al suelo antes), sin despegarse, sin separar sus labios el uno del otro y con el vapor aún envolviendo sus húmedos cuerpos como una túnica de amor que los cubría en su desnudez ante los ojos de la única araña que los veía desde una oscura esquina en el techo.
La depositó en el colchón, sin lastimarla, y la cubrió cálidamente con su cuerpo. Se unieron totalmente en un gemido de exquisita complacencia que resonó en la habitación. Ambos sonrieron maliciosamente mientras sus bocas abiertas exhalaban su tibio aliento y sus desgarradores gemidos por igual.
La ternura brincaba fácilmente a lo "pecaminoso" y viceversa en su relación, eso ambos lo sabían y lo aceptaban encantados. Claro que la palabra "pecaminoso" era mero juego fetichista para ellos, mas que eso una palabra como "celestial" expresaba mejor lo que sentían en aquellos momentos de lujuria y desenfrenado amor. No podían entender cómo de pequeños les enseñaban que algo tan hermoso como hacer el amor tenía por que estar prohibido.
El sol había pasado ya de lo mas alto y bajaba lentamente. El calor estaba en su punto máximo. La ciudad sentía morir a cada hora, a cada minuto se veía hundir más en el infierno, a cada segundo sus habitantes rezaban que el ocaso llegase y les brindara la vida que el maldito día les había arrebatado, y en el lugar mas caliente de todos, el amor moría y renacía sin cesar...
Si cualquier otra persona hubiese entrado en aquella habitación, se hubiera desmayado; no ante el lascivo espectáculo que allí se llevaba a cabo, sino por que en cuanto hubiese abierto la puerta su mente lo abandonaría y lo dejaría con la realidad de haberse asomado al cráter de un volcán en erupción.
Tan delicados y salvajes, con cada bombeo los acelerados corazones lanzaba un torrente de sangre hirviendo que enloquecídamente recorría sus venas, avivando su cuerpo, alimentando sus sexos.
Los cabellos relucían acuosos ante la luz ámbar que cedían las cortinas. Manos ansiosas comían placenteramente la carne ya lubricada; dedos voraces hacían estremecer las partes mas intimas, las zonas mas bajas y suculentas; muslos suaves y tersos aprisionaban juguetonamente desquiciadas nalgas que se movían llevando un suculento baile de caderas.
La función del colchón había pasado a ser la de una simple esponja, esponja que absorbía sin dar cuartel la lluvia de vapor que corría por sus hilos. Ya no había rastro de agua fresca en aquella piel, ahora en el éxtasis del disfrute era bañada por salados y limpios ríos de néctar. La necesidad de amor no tenía limites...

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Aquel día en que los cines terminaron como enormes y hediondos hornos debido a la mezcla de olores humanos habían descargado en sus salas, en que los bagabundos asaltaron y mataron a un niño por el pecado de no querer ofrecerles de su botella de agua, en que el despiadado astro se llevó sutilmente la vida de los infelices que, seducidos por el cansancio, cayeron en el sopor de un sueño del cual ya no pudieron despertar. Y en que los vivos y agradecidos pobladores salieron a bailar y festejar desafiantes su vacía victoria frente a los últimos rayos de un sol que jamas querrían ver de nuevo iluminar sus vidas...

...En ese día, una joven dormía plácidamente en el regazo de su amado. Él, quitaba delicadamente los largos y húmedos cabellos que cubrían el rostro de ella, para que el frescor del viento nocturno que comenzaba a soplar por la ventana pudiese llegar a su piel... Sus brazos la protegerían si éste ladrón invisible que se colaba por la ventana, amenazando con robar el polvo y las telarañas, llegase a perturbar también su encantador descanso. Y sabiendo esto, se dejó llevar también por el cansancio, no sin antes agradecer, ese pedazo de paraiso.

4 comentarios:

  1. waooo!!! esta genial me encanta y eso que aun no esta terminado,se como son esas miradas, son esas que te atrapan en un segundo y no te dejan, son esas que se clavan en tu mente y te atormentan...son la verdad...lindo bebe muy lindo esperare la segunda parte =)

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  2. haghgahha!!!!!!!!!
    esta increible pobrecita de la araña de seguro se traumo para el resto de su vida, me encanta...oye una pequeña observacion la colcha se maneja como colchon?
    solo eso me saco de onda, claro que se pudo convertir en colchon para ellos en ese momento, si es asi genial...bueno aunque no sea asi esta magnifico :)gracias...te dejo miles de besos muaaaa!!!sigue asi bb.

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  3. Jajaa!!
    hoOlaA!
    aki!! leyendo tu historiaa! la netha, la netha!!! asi la netha esta muy bn!!! ahahha!!
    me gusto muchOO!! :P
    Pero debo de aclararte algo q no me gusto -.-
    Me llamaste IDIOTA!! y tmb a cualquiera q haya leido tu historia ¬¬

    NO des tantas explicaciones ¬__¬
    se sabe como son las mujeres al empacar y como el aroma se aprisiona en las casas viejas!! nethaA! es algo q debes de fijarte!!
    ahhaha!!
    cuidateEE!!!

    bye!!

    PD: estamos en contacto!! :P

    bezoOz & abrazoOz

    PD2: sigue asi!!! solo deja de llamarme IDIOTA ¬__¬ xq ya no leere tus historias u_u

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  4. Bueno, lo del aroma solo era un pequeño comentario para quien no ha tenido el gusto de vivir en una casa con antiguedad, y lo de la mochila, un toque humoristico de algo que todos sabemos... n.n no creo haber llegado al extremo de llamar "idiota" a algún lector. Gracias por leer por aquí XD

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